En Navidades siempre sacamos nuestro lado más infantil y/o adorable. Nos convencemos de que cuando crecemos somos adultos, maduros, responsables... pero cuando cae en nuestro buzón el catalogo del Toysrus nos volvemos niños de nuevo y empezamos a pasar las páginas. Después nos asustamos de como han cambiado las barbies (¿dónde están las normales?) o que en vez de coches o dinosaurios ahora se juegue con los muñones de superheroes (no miento, hay juguetes que son las manos de Hulk o Spiderman).
Por eso esta entrada va dedicada a ese niño interior que no deja de existir dentro de nosotros. Y para adornar y acompañar esta lectura, contamos con un regalo muy especial (casi tan especial como la persona que nos ha ayudado a conseguirlo): las canciones que todos nos sabemos, que nos han acompañado en nuestra infancia (y algo más mayores también) versionados con la voz de una persona maravillosa e increíble. ¡Gracias por darnos la oportunidad de escucharte Marta!
Nosotros seguimos siendo felices, porque una vez al año tenemos la oportunidad de volver a sentirnos niños, y de conservar ese billete de ida al País de nunca jamás. En el fondo (a veces demasiado en el fondo) tenemos a nuestro "pequeño niño interior" que cuando pasa al lado de una piscina de bolas grita: "quiero tirarme dentro". Pero nuestra parte racional lo para (una lastima, seria un espectáculo ver la cara de los demás niños). Es en esta época del año cuando nos apetece frotar una lampara del salón y que de repente aparezca el genio y pedirle nuestros 3 deseos (respetando las normas, claro está). Porque si no es en Navidad cuando se deben cumplir nuestros deseos, ¿cuando puede ser? ¿En que otra época del año podemos transformar un taburete de pino en un niño de verdad? ¿O ser tan fuertes como el hijo de un Dios?
Tanto si nos atrevemos a darle rienda suelta a nuestro lado más infantil, como si no, la Navidad es una de esas fechas en las que lo importante es estar con la familia, ya sean un montón de enanitos del bosque, o con tu amigo Baloo disfrutando de la vida. Juntarse todos para cenar, que también puedes elegir entre comer calabazas con tu hada madrina, tomar el té con un sombrelero loco y una liebre (cuidado que en el azucarero hay algo escondido) o espaguetis con tu pareja.
Después de la cena (y de algunas copichuelas aquellos que puedan tomarlas), llega el momento de divertirse, porque total, es una noche para pasarlo bien. Si hay algún cangrejo por la sala seguro que te lo pasas genial echándote unos bailes (si no os lo habéis comido en la cena), pero si sois más de felinos siempre podéis cambiar de estilo de gato jazz. Para los más peques (es decir, todos), siempre se pueden idear algunos juegos, como montar un teatro en el bosque después de haber acabado con el Rey pelele, o ir al circo a ver volar un elefante.
Pero el momento de verdad que todos esperamos, es el de abrir los regalos a la mañana siguiente. Que yo me pregunto, la noche antes, ¿los juguetes también se habrán montado su fiesta, o Woody habrá conseguido poner orden? Antes de la emoción de rasgar el papel de regalo y alucinar, habría que recoger primero lo de la noche anterior (si necesitas ayuda llama a una tal Mary Poppins, que me han dicho que es una gozada recoger con ella), que luego la vajilla se pone a hablar y a bailar con la escoba y no hay quien se centre.
Muy buen post!! Se ve que alla tienen buenas voses.
ResponderEliminarMuchas gracias! La cantante es increible, en todos los sentidos... y eso que no le hemnos podido grabar en su mejor momento. Quizás no sea la última vez que se deje oir por aquí...
ResponderEliminar