Comenzaremos
por destripar la historia inicial del western de John ford. En el caso de The
Man Who Shot Liberty Valance nos presenta, al senador
Ransom Stoddard (James Stewart) regresando a Shinbone, la ciudad en la que
muchos años atrás comenzó su brillante carrera política. La razón, asistir a
los funerales de Tom Doniphon (John Wayne), un completo desconocido que hace
que un periodista local se pregunte qué relación pudo unir a hombres en
apariencia tan dispares. Ante las preguntas del periodista, Stoddard relata la
historia, mediante sus recuerdos, de cómo, siendo un joven e idealista abogado,
viajó al entonces salvaje oeste. Un salvaje oeste en el que la única ley es la
del revólver y forajidos como Liberty Valance (Lee Marvin) atemorizan a los
lugareños. Desde ese punto nos muestra una lucha constante entre el poder del
más fuerte y la fuerza social, todo ello viendo cómo evolucionan personajes (y
dicho sea de paso, la imprenta del pueblo).

“Yo soy vuestra
conciencia, yo soy la débil voz que truena por las noches, soy vuestro perro
guardián que aleja a los lobos, yo soy vuestro padre confesor”.
Incluso capaz de dar su vida con honor, por
defenderla, presentándole cara al opresor Liberty, incluso sabiendo que puede
ser su asesino.
“Liberty Valance
tomándose libertades con la libertad, (Silencio) de la prensa”.
Así tras recibir una paliza de este que casi le
cuesta la vida, cuando van a socorrerlo sus palabras fueron:
“Le he hablado
a ese Liberty Valance sobre la libertad de prensa”

Concluida la
narración de los hechos que tuvieron lugar en el pasado, confesado y contado a
la prensa, es destacable el honor de los periodistas allí sentados que, por
admiración a la verdad, romperá cuantas notas ha tomado, a fin de proteger la
historia que se convirtió en uno de los pilares que vertebraron la sociedad.
John Ford hace ante todo una llamada al honor del periodista y a la creencia de
sus valores, en los cuales ha de fundamentarse tanto para recibir una paliza
como para romper una historia que podría destruir todo en lo que han creído
durante años.
Se puede analizar
esta película como una sucesión de contrastes, y así queda claro con lo que ya
se ha señalado. Así frente a la ley del desorden y de la fuerza que impera en
el Oeste se impone la ley del Estado, con sus leyes y Parlamentos; al mundo
analfabeto y supersticioso le sucederá el de la cultura, con sus escuelas y sus
códigos; el terreno inhóspito del desierto –tan típico en el primer Ford, y que
vemos a lo largo del flash back, reflejado en la imagen del cactus– se
convertirá en un jardín de flores, señal del desarrollo; frente a la diligencia
asaltada al inicio por los hombres de Liberty encontramos el ferrocarril (“caballo
de hierro”, símbolo de la llegada de la civilización a las tierras del
Oeste).

Cinematográficamente hablando poder decir que el hecho de que
J.Ford decidiera filmar en blanco y negro ya es síntoma por sí solo del
carácter duro y rebelde que lo acompañaría de por vida. Podemos relacionarlo
con el hecho de que esta película de género western supone una despedida al
antiguo Oeste (en los recuerdos aparecen diligencias y sin embargo en el
presente ya van en tren), se despiden de la Ley del Oeste para dejar paso a las
leyes, a la justicia, a la libertad de prensa, en definitiva, al cuarto poder. La película refleja un estilo invisible
en el que no se percibe la presencia de la cámara, dado el uso de planos en paralelo al suelo, es
decir a la altura de una persona normal, dando sensación de estar metidos en la
escena. Su estructura ya
no es lineal, y sus personajes no son ya buenos o malos; sin embargo, éstos
siguen encarnando los mismos valores patrióticos, llenos de grandes ideales, y
con una generosidad y nobleza que ya tenían los de sus primeras películas. Se
trata, en definitiva, de un “western crepuscular”,
de una reflexión llena de nostalgia y tristeza sobre toda una civilización que
ha sido absorbida por la modernidad. Y a su vez sirve de introducción a lo que
será el mundo, a la nueva era del periódico, las leyes y la información.
La cámara se mueve lentamente, sin dar mucho dinamismo a la
escena. Por ejemplo, siempre que aparezcan los personajes hablando en una
habitación, la cámara no se moverá por ella, sino que permanecerá estática,
inmóvil, igual que si una persona estuviese ahí quieta, observando lo que
ocurre. El gran final de hecho nos desvela que como “meros observadores” nos
hemos perdido parte de la escena real (el verdadero asesino de Liberty), pero no
se nos oculta ese plano, sino que la cámara nos enfoca desde el punto de vista
de otra persona, dando realismo a la situación.
Es importante mencionar también que este director tiene gran
experiencia en rodaje en exteriores, como es el magnífico caso de La Diligencia, pero en este caso la
mayoría de las escenas están rodadas en interior (un bar, una casa, la escuela,
la imprenta, la cocina, el restaurante). Dentro de una habitación es más fácil
que el espectador se sienta cómodo e integrado en la escena. Lo que el director
trató era por un lado otorgarle el aire de clásico del oeste al film, para que
de verdad supusiera una ruptura con la era moderna; y por otro lado integrar al
receptor dentro de la historia, que se sintiera atraído no solo por los guiones
o identificado con los personajes, sino dentro de la propia escena, que su ojo
fuese la cámara.
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